Imagina que empezaste un largo viaje hace mucho tiempo, casi ni recuerdas cuando. A lo largo de todo ese camino has ido tomando distintas direcciones que te han llevado por uno u otro cruce de caminos, y ni siquiera puedes recordar porque decidiste ir por uno o por otro. Además a lo largo del camino los compañeros de viaje que empezaron contigo y que escogieron otros caminos ya no caminan a tu lado y no sabes que fue de ellos.
Ahora te siente cerca de tu destino, y orgulloso del camino realizado y echas la vista atrás, recordando a los compañeros que comenzaron contigo, preguntándote que fue de ellos y porque no tomaron el camino correcto. Es cuando sientes que has sido inspirado en tu caminar por una fuerza divina, que te ha guiado, y ha determinado tus decisiones… eres perfecto y esa fuerza superior te ha escogido a tí…
Ahora piensa en uno de tus compañeros que iniciaron el viaje contigo, ha llegado a un destino que considera el suyo, ha pensado exactamente lo mismo que tú, no sabe de tu existencia ni la de otros compañeros. Sólo sabe que el ha llegado a su destino, se siente orgulloso y afortunado, y no puede evitar pensar que ha sido escogido para llegar a su destino.
Es decir, cuando llegamos a lo que consideramos el final del camino, nos sentimos afortunados por ello, y consideramos que debe haber alguna fuerza divina que nos guió durante este largo viaje.
Esta perspectiva al final del camino es la que tienen muchos seres humanos de la evolución, se consideran afortunados y dichosos de haber llegado a este destino guiados por Dios. Muchos exponen que ninguna otra criatura que haya habitado la Tierra ha tenido esta capacidad de consciencia y abstracción que los hace tan especiales.
Pero la realidad es que hay tantos caminos caminos y destinos como seres vivos y cada día se abren nuevos caminos que conducen a nuevos destinos. El hombre solo tomó un camino concreto, en un espacio de tiempo determinado de forma inconsciente y azarosa. En una intricada maya de bifurcaciones y encrucijadas nunca se puede repetir dos veces la misma decisión y esto es lo que hace tan especial al hombre y a cada criatura.
Del mismo modo que el hombre es perfecto para si mismo y para su estrategia vital de supervivencia, un albatros (Diomedea exulans) es perfecto para su destino. Esta ave presenta el peso justo, la envergadura adecuada, la curvatura ideal en sus alas, etc… para recorrer los cielos oceánicos en busca de su alimento, y planear entre las olas casi como una pluma arrastrada por el viento aún siendo una de las aves voladoras de mayor envergadura y tamaño.
De igual modo todas las criaturas que habitan la Tierra son perfectas para su entorno, pues de la forma contraria desaparecen como especie o emprenden un nuevo camino que las lleva a un nuevo destino.
El viaje de la evolución ha llevado al hombre hasta su destino, pero la capacidad de entender el mundo que azarosamente adquirió en este viaje, ahora le nubla la vista para comprender que es un eslabón mas de esta maya viva que cubre la tierra. Su soberbia como ser consciente le hace percibirse como una creación dirigida y premeditada, que le arrastra a su destrucción.